VUELO CIRCULAR

1.967 - MIS PRIMEROS PASOS EN EL MUNDO DEL AEROMODELISMO

Mi afición por el aeromodelismo, comenzó allá por el año 1.967, cuando mi padre, algún Domingo de vez en cuando, me llevaba a la montaña de Montjuich, donde existían (y aún existen), unas pistas de vuelo circular a las que todos los Domingos acudían aficionados a este deporte para hacer volar sus modelos de aviones. El control de los mismos, se efectuaba mediante dos cables que conectaban el avión con una manija de mando que el piloto agarraba con la mano y hacía que subiera o bajara el modelo. Me parecían fascinantes aquellas sensaciones visuales; el vuelo majestuoso de aquellos aeromodelos llevaba a mi mente a despegar del suelo y acompañar al avión en su trayecto. El ruido que hacían los motores de explosión, sonaba a música celestial y el olor a aceite de ricino quemado, me encantaba hasta tal punto que, cuando alguien rompía un avión y depositaba sus restos en los contenedores de las pistas, recogía algunos trozos y me los llevaba a casa como trofeos admirados. Así podía oler siempre aquella fragancia de ricino y petóleo que impregnaba las astillas de madera de balsa. Aún hoy, cada vez que veo un avión de aeromodelismo volar, disfruto de las evoluciones y del olor a ricino quemado y recuerdo aquellos momentos de mi infancia.

A raíz de la insistencia que demostraba a mis padres en querer construirme un avión como los que había visto en las pistas de Montjuich, en diciembre de 1.968, un amigo de la família me regaló un motor de explosión; concretamente un OS PET 2 de 1,5cc. que me trajo de Andorra. Cuando lo tuve en mis manos, sentí una ilusión tan grande, que me pasé toda la noche sin dormir, admirando aquella joya. Lo llevaba a todas partes conmigo y hasta lo ponía en mi mesita de noche para que fuera la primera imagen que veía al despertarme. Los reyes magos de aquellas navidades (osea, mi madre), me trajeron un avión para volar con aquel motor, una lata de combustible, una pila grande de 1,5 v. para arrancarlo, una manija y unos cables (era de vuelo circular).

Motor O.S. Pet 1,5 cc.

Lo primero que hice, fue una bancada de madera para probar el motor. Por más que intenté arrancarlo, no hubo manera. Y eso que seguía las instrucciones al pié de la letra, pero el motor hacía intentos, explosiones... y no arrancaba. Me pasé varios días intentándolo, pero no había manera. Hasta que un día de Febrero, al salir del colegio, me fuí a una tienda de Barcelona, Pacheco, que se dedicaba al aeromodelismo (sólo habian dos tiendas por aquel entonces) con el motor, la pila y el combustible. Una persona que trabajaba en aquella tienda, Jordi Roura (ahora un buen amigo), lo sujetó en una bancada, le puso combustible de la tienda y una pila, y a la primera arrancó. Después de comprobaciones varias, resultó que la mezcla estaba pasada y la pila baja, por esto no conseguía arrancarlo. Me fui de la tienda supercontento, porque estaba frustrado con aquel motor, de pasarme horas y horas intentando arrancarlo y sin éxito.

Bancada de pruebas de motores.

Con esta alegría encima, me lancé a la construcción del avión que me trajeron los "reyes magos", un Ultra Stunter de Graupner, un fantástico avión de vuelo circular acrobático... para pilotos experimentados. No sé que pensaba el que le vendió aquel avión a mi madre, seguro que se sacó de encima un avión, una pila y un combustible que debía tener lleno de polvo en algún rincón de la tienda.
Ultra Stunter, de Graupner.


La construcción de este avión, duró meses, ya que no tenía ninguna experiencia (también tenía que dedicar más tiempo a mis estudios que a mi hobby) y porqué las instrucciones estaban en alemán, por todo esto me costó mucho acabar mi "obra de arte". Suerte tuve de los planos, que al menos, dejaban entrever los pasos de montaje. Acabé de montarlo justo antes de final de curso y para estrenarlo, el director del colegio me cedió el campo de fútbol un sábado por la mañana. Me ayudó en las tareas mecánicas y como auxiliar, un compañero de clase. Una vez puesto en marcha el motor, ya con los cables conectados del avión a la manija de control y con un montón de espectadores que ponían nervioso al más pintado, doy orden de soltar el modelo. carretea por el suelo, sube unos 2 metros, y ¡zas!, se desmonta un ala y hace un picado al suelo, quedando hecho astillas. Comentarios jocosos de los allí presentes, palabras de ánimo por parte de otros y yo con la boca abierta y más desilusionado que nunca. 

Con los trozos recuperados de mi avión, fui a la tienda Pacheco y allí me aleccionaron sobre la mala construcción de aquel modelo y lo inapropiado que era para comenzar a dar mis primeros pasos en este hobby. Salí de la tienda con un kit (si se le podía llamar kit a unos cuantos tablones de madera de balsa y unos listones de haya) que se llamaba Montjuich y que era un entrenador para vuelo circular, fácil de construir y de volar. Lo construí en unos cuantos fines de semana y cuando lo tuve terminado, subí a las pistas de aeromodelismo de Montjuich para debutar como piloto. Allí me hice socio del club y algún miembro, previa inspección del modelo, lo puso en vuelo y me enseñó a pilotarlo. Realicé unos cuantos vuelos acompañado por el maestro, que no puedo recordar su nombre, y volví a mi casa orgulloso y envenenado hasta el alma con la afición del aeromodelismo.

Modelo Montjuich, de Speedy Pacheco.

Pasaron los años y yo seguía acudiendo casi todos los Domingos a Montjuich, para encontrarme con mis compañeros de afición. Para esto, me levantaba a las 7 de la mañana y cargado como una mula con el avión, la maleta de herramientas y una bolsa con diferentes pertrechos, cogía el metro desde la Av. Tibidabo hasta Pza. Cataluña, luego hacía trasbordo y cogía otro metro hasta Pza. España y una vez allí, cogía un autobús hasta casi la cima de la montaña, donde está situado el estadio olímpico. A veces, cuando veía que el autobús tardaba mucho (los Domingos de aquel entonces no circulaban demasiados autobuses), subía la montaña andando y llegaba sudando a las pistas. Total, que cruzaba toda Barcelona cargado hasta las orejas (el trayecto de ida y vuelta suponía unas 2 horas), para disfrutar intensamente unas 3 ó 4 horas. Valía la pena el esfuerzo.
En el Real Aeroclub Barcelona Sabadell, propietario de las pistas de Montjuich, se realizaban bastantes actividades durante todo el año para dar color a esta afición y motivar a sus practicantes. Recuerdo que cuando había cogido la suficiente experiencia en el manejo de los aeromodelos, fui practicando diferentes especialidades para probar como me adaptaba a ellas. Empecé con la acrobacia, con un modelo que me proporcionó un amigo y sensacional aeromodelista, Enrique Pallarés, un Polikarpov I-16 Rata, con fuselaje de tablas y las alas forradas con tela de paracaídas que las hacía casi indestructibles (había volado con los largueros y algunas costillas rotas, pero el forro lo mantenía todo en su sitio). Seguí con un Flite Streak autoconstruido desde un plano, que me proporcionó muchas horas de satisfacción. 

Flite Streak, de Speedy Pacheco.

También tuve una ala de combate Warmonger, con la que entrenaba en ocasiones con Jordi Roura, perdiendo siempre yo, como es lógico. También tuve un Rat Racer, modelo de semi-carreras, una especialidad similar a las carreras, pero los modelos eran más económicos y el fuselaje era de tablas.


Combate en vuelo circular (Roura/Mateo, 2013).


Ala de combate warmonger de 1.975.
Pero con lo que de verdad yo disfrutaba, era con el concurso anual de maquetas y anti-maquetas, que se celebraba a finales del mes de Diciembre y era un concurso para ver quien era más original a la hora de crear un artilugio volante (hablo del concurso de anti-maquetas). Había artefactos inverosímiles en la pista de vuelo: desde una silueta de una bruja montada en una escoba, pasando por una carta de póquer enorme, una muñeca con una capa que hacía de alas, hasta una guitarra con motor. Yo presenté un tocadiscos portátil y al año siguiente, una tapa de váter motorizada. Algunos modelos no llegaban a volar, otros sí (tenían que permanecer unas 5 vueltas a la pista a más de 1 metro de altura sin desmontarse, si no recuerdo mal). El que lo conseguía, ganaba. Este encuentro de engendros volantes, generaba gran expectación, por la rareza de los modelos y nos lo pasábamos en grande, al igual que el público asistente.
En las pistas de vuelo (había una de asfalto para modelos con tren de ruedas y otra de hierba, para las alas volantes de combate), se respiraba un buen ambiente entre los socios; siempre había alguien dispuesto a ayudar en caso de necesidad y de darte los primeros pasos si eras novel en esta afición. Hace poco tiempo, en Diciembre de 2013, coincidiendo con el campeonato de España de F2D y a raíz de una invitación por parte de unos socios de este aeroclub, volví a las pistas de Montjuich, encontrándome que las habían cambiado de emplazamiento por la construcción de diversas instalaciones relacionadas con las olimpiadas de Barcelona 92. Pero me sorprendió encontrar casi el mismo ambiente que había hace ¡43 años!. Me encontré con muchas caras nuevas, pero también a algún compañero de la época: Juan Pacheco, que me reconoció, Jordi Roura, Parramón, y Giró. Que recuerdos: el paso del tiempo nos había cambiado el cuerpo, pero todos conservábamos la misma alma aeromodelística intacta, igual que 42 años atrás.


Jordi Roura        
Pista de combate
Combate V.C.   


En Octubre de 2013, después de más de 40 años sin volar un avión de vuelo circular, tuve la ocasión de volver a practicar esta modalidad. Con motivo de la Muestra de Comercio de Sant Quirze del Vallés, la Asociación de Comerciantes del pueblo invitó a mi club, el Sant Quirze Model Club, del cual soy el Presidente y fundador, a participar con una exhibición de aeromodelismo, que organizamos en el parque de Les Morisques, con la colaboración de varios miembros del Real Aeroclub Barcelona Sabadell. Para ello, montamos un cicuito redondo cerrado con vallas de 30 m. de diámetro y una zona de boxes. Fué un éxito total, y aún me acordé de pilotar un avión de V.C., aunque por la falta de costumbre, quedé un poco aturdido en las primeras vueltas. A medida que repetía la experiencia, cada vez me iba acostumbrando a dar vueltas sin marearme y pude realizar unos bonitos vuelos nostálgicos con los mismos aviones de la época que yo practicaba el V.C., un Flite Streak y un Montjuich. 

Vista de los boxes en plena actividad.

Arrancando el viejo motor diesel Zoom 2,47 cc.
El autor volando el modelo Montjuich.
El equipo de pilotos participantes.
Sobre el año 1.974, dejé de practicar vuelo circular, porque entonces descubrí el radio control y esto sí que me fascinaba de verdad. Ver un avión que podía volar libre, sin cables y con tres ejes en vez de los dos que obligaba el vuelo circular, colmaba mis aspiraciones como aeromodelista. Pero esta faceta del radio control, es un tema que comentaré en otro artículo.

Carlos Viñals Cardona

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